lunes, 26 de octubre de 2009

• Estas personas no acaban de procesar lo vivido, cuando ya se les está cobrando el precio de vivir en la ciudad. Perdieron todo lo que tenían. En la ciudad, hacinadas con su familia, se ven sometidas a nuevas presiones y angustias. Dependen del dinero. En la ciudad la clave es cómo y dónde conseguirlo para que alcance para todo lo que deben pagar: arriendo, servicios, alimentos, transporte, entre otros:

“la situación es muy dura en la ciudad, hay gente que si es posible se toma un agua de panela o un tinto y con eso pasa todo el día… a mi me toco ver una señora que se fue a pelar gallinas para darle de comer a seis hijos que tenía en una casa de piso de barro y llego a la una de la tarde con doscientos pesos ($200) que fue lo que le dieron por haber pelado una sola gallina. A mí me partió el alma, porque esos niñitos estaban ansiosos para que la mamá llegara y les hiciera un desayuno…”


• Frente a estas dificultades de apropiación y adaptación al ritmo citadino, se comenta:

“acá es muy difícil trabajar para uno de hombre. Allá trabajaba con la madera, trabajaba con la mina sacando oro y aquí me piden libreta miliar y pasado judicial…”

“allá la gente es muy humilde, y no mira qué ropa se tiene puesta o si tiene plata. Si uno quiere una naranja se sube al árbol y la baja”


• Las mujeres reconocen que ha sido víctimas de violencia al interior de sus familias, con agresiones que van de las humillaciones a los maltratos verbales y físicos y la coacción para tener relaciones sexuales, siendo el principal agresor el esposo o compañero.

“Desde que éramos novios le tenía miedo y viví 12 años llevando maltrato… una vez, el mandó un amigo a que yo le diera comida, y yo le dije: “la única comida es la tuya”. Dásela me dijo. Fui, se la traje y se la di, cuando ya le paso la borrachera, fue a buscar su comida y como no la encontró, dijo que yo le había dado la comida al amigo porque él era mi mozo y me cogió, me mando un puño que me reventó.”

“para mí el desplazamiento tuvo el beneficio de alejarnos de mi padrastro, porque el siempre trató de abusar de mi desde los 8 años. Yo le contaba a mi mamá y a pesar de que ella me creía no tuvo el valor de dejarlo. Si me demoraba 10 o 15 minutos al salir del colegio me cerraba la puerta y me tocaba dormir en la calle”


• Además de los abusos por parte de personas cercanas a ellas, también presentaron a abusos por parte del Estado y no solo a ellas sino a toda la comunidad campesina:

“la contraguerrila llegó como a las seis de la mañana y levantaron a todo el mundo. Los niños en pijama, querían requisarlos y hacerlos hablar. Eso es un atropello para los campesinos, obligarnos a decir algo que uno no puede o no sabe, porque tanto la guerrilla como ellos nos dicen cosas y uno entre la espada y la pared. Ese día nos llevaron a todos a la escuela, nos arrodillaron con fierros en la cabeza, golpeaban las mujeres, nos tiraban las puertas a las patadas y eso es el mismo Estado el que hace eso”


• al igual que en el caso de la educación, la salud, como derecho vital ha sido históricamente violado por el Estado nacional, al dejar desprovisto de este servicio a amplios sectores de la población, especialmente las comunidades rurales y los sectores populares de las ciudades:

“…había centro de salud, pero ya estaba un poco mal. El médico iba de vez en cuando y a veces no había los remedios…”


• Se da el rechazo, la negligencia, los tratos despectivos y humillantes y la arbitrariedad en la atención, que suelen recibir por parte de los funcionarios encargados de entregar las ayudas o direccionar sus necesidades:

“a mí me ha tocado pelear, alegar, luchar para que las cosas no sean tan difíciles. Empezando que uno iba a las oficinas y lo miran de arriba abajo. Si uno va vestido decentemente, le dicen que uno no es desplazado, ellos creen que el desplazado es solo aquel que tiene tres arapos encima. Me tocó en la Personería oír que decir a los que atienden: “estas desplazadas huelen a chucha”

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